siguiendo-amor7El País. No hacen falta muchas palabras en este post. Las imágenes lo dicen todo. El fotógrafo Murad Osmann (1985, Dagestan, Rusia), ingeniero, residente ahora en Londres, bien joven y polifacético y amante de retratar las cosas que «otros desprecian», realizó su particular serie Follow me to dedicada a su chica y a la pasión (viajera y de la otra, parece). Allá donde va ella, él la sigue. No importa hacia donde. Es sólo una declaración de principios. Una alianza. Amorosa y estética. La situación y la pose se repiten en todas las imágenes. A ella nunca se le ve la cara, imaginamos que es la misma por la forma de sus hombros, el largo y color de su pelo, el contorno de la cintura y las caderas, la mano que se extiende hacia atrás para guiarle y guiarle y guiarle (como nos gustaría a muchos ser guiados). Casi nunca dejan de tocarse.

Él nunca la pierde de vista ni se suelta (¿para qué?) y es conducido por países, ciudades, monumentos, lugares idílicos…

Una docena de obras que satisfacen suficientemente el ansia y la imaginación de mirones cómo yo mismo. Travesías y relaciones es lo que se ve ahí. Ella tendrá un rostro hermoso, será dulce, se besarán mucho o quizá pelearán, pararán para el desayuno y las comidas, se abrazarán, dormiran acurrucados y se vestirán al día siguiente para seguir camino, otra ruta, otra carretera, otro paisaje, otras circunstancias… Pero su amor ahí, bien presente, siempre la mano que tira de uno, que te lleva, te orienta, insinúa, aconseja, indica; la compañera, la amante, la guía, la vida. Eso es lo que yo veo aqui. Amor.

En otra línea, pero con igual contenido, la revista New Yorker quiso retratar días atrás (por el Día de los Enamorados) el amor a su modo. Seleccionó trabajos de distintos fotógrafos y lo tituló precisamente así: Photographing Love. Un sentimiento muy personal, variado y extenso que van recogiendo las cámaras bajo distintas miradas, y que queda bien definido por la pareja Nicholas Pye/Sheila Pye o Anthony Barboza, quien retrata su luna de miel (Honeymoon Morning, Paris, 1982) y cuenta cómo el amor es algo que sientes pero raramente ves al mismo tiempo.

«Y cuando ambas cosas coinciden es memorable». Eso exactamente es esta imagen para él.

El amor más maduro y largo se visualiza en las obras de, por ejemplo, Lee Friedlander  (debajo, junto a su esposa, en «Oregon, 1997») a la fue inmortalizando a lo largo de medio siglo de existencia en distintas escenas de la vida cotidiana (el gran viaje, en verdad).

En todas estas piezas se habla de mucho, de matices, situaciones, relaciones, variaciones alrededor de un sólo tema: desde las ataduras personales al peso existencial de convivir con el otro. De cómo el amor es personal pero no autoexcluyente, no sólo se dirige a otras o pocas personas. De cómo la vida es tránsito en el que te vas encontrado con otros muchos seres que caminan junto a tí en líneas paralelas o perpendiculares. En círculos, incluso.
A veces nos ignoramos; otras, nos tropezamos y nos amamos. Y ese día suele ser grande.

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