El País / Las mujeres son hermosas, conocida serie del fotógrafo estadounidense Garry Winogrand (Nueva York, 1928-Tijuana, 1984), conocido como «el príncipe de las calles», llega esta semana al Multimedia Art Museum de Moscú. 85 fotografías del trabajo que Winogrand publicó en 1975 y que fue, en su día, un fracaso. Pero más de tres décadas después, las imágenes de Las mujeres son hermosas forman parte de un capítulo mítico de la historia de la fotografía callejera, de la crónica de un tiempo en el que miles de ciudadanas despertaron a la vida con toda su vitalidad, alegría y empuje. Comisariada por la española Lola Garrido (y coproducida por diChroma Photography) estas instantáneas -tomadas a mujeres anónimas en piscinas, cafeterías, fiestas de sociedad y sobre todo, en las calles de Nueva York-, nos permiten revivir el momento exacto en que las cadenas saltaron por los aires dando paso a una nueva libertad.
Una explosión de vida que se simboliza en una carcajada en plena calle, un pantalón, una conversación en un banco público con un hombre negro, unas chicas abrazadas unas a otras… escotadas, bailando, mirando curiosas y sin complejos, o, acariciando en plena calle a un caballo blanco (símbolo de libertad) con un precioso niño –o niña- en los brazos. Winogrand pertenece a ese ramillete de fotógrafos gracia a los que podemos comprender mejor el siglo XX.
«Explora la manera en que las mujeres expresan su sexualidad a través de sus vestidos, peinados, sus ademanes, risas o susurros», recuerda la comisaria. «No sigue la corrección de la composición», añade. «Desobedece una y otra vez las enseñanzas básicas acerca de la pretendida ‘apariencia formal de una obra de arte’ y se convierte en el maestro del momento. Por tantas razones, Winogrand se considera un heredero del impacto estético de Robert Frank. Esta premeditada pérdida del equilibrio la fundamenta Robert Frank en sus célebres palabras: ‘cuan pequeña puede parece cualquier cosa en una fotografía y aún así ser lo más importante”.
Tomadas en Nueva York en los años 60 y principios de los 70 sus fotografías, realizadas con una cámara de 35 mm con gran angular y la luz disponible, son casi siempre urbanas. El fotógrafo, que falleció de cáncer con 56 años (al parecer había viajado a México para someterse a un tratamiento) estaba obsesionado con “el comportamiento público” de la gente, tal y como recuerda la necrológica que Andy Grunberg le dedicó en The New York Times, un interés que le impedía centrase en un solo objeto sino en los múltiples puntos de vista de un mismo momento. «Este metafórico marco no es más que una experiencia desordenada de la propia realidad. En síntesis, Winogrand capta con su cámara todos los detalles que forman y dan sentido natural a la representación».