El País / El fotógrafo Robert Götzfried captura espacios públicos sin gente para resaltar la arquitectura.
El ojo de un fotógrafo no es el de una persona cualquiera. Ellos ven lo que los demás no vemos. Ponen la cámara y… ¡click!. En el caso de Robert Götzfried (Lindau, Alemania, 1976) esa capacidad está al servicio de las líneas y formas de la arquitectura que, según él, pasan desapercibidas en espacios públicos ante el bullicio de la masa. En su última publicación, el alemán muestra instantáneas de piscinas sin bañistas en las que destaca una simetría esmerada.
«La mayoría de sitios que fotografío están pensados para una gran cantidad de personas: estaciones, estadios, piscinas…», comenta el licenciado en diseño gráfico y fotografía, «la gente no aprecia la arquitectura y en mis fotos ves estos sitios como nunca los habías visto antes». En estos lugares reina el ruido, el tráfico de gente y, en general, una falta de calma que son, en definitiva, lo contrario que las imágenes de Götzfried transmiten. Una paz inmensa. «Uno piensa en piscinas y se imagina a niños gritando y tragando agua. No son sitios tranquilos», comenta con una voz pausada desde el otro lado del teléfono.
La inspiración para la colección de fotografías del alemán llegan en el momento más inesperado, en el sitio menos pensado: un viaje en metro, un paseo por el parque, un documental en la televisión, etcétera. «Una vez que tengo una idea investigo un poco los lugares que puedan resultar interesantes y, o voy al sitio, o consulto la página web». Para conseguir estas capturas Götzfried tiene solo dos opciones: o madrugar o trabajar de noche para evitar el tránsito de personas. «Para el trabajo con las piscinas me levantaba a las 5 de la mañana porque abren a las 8.00. Tenía que estar todo muy limpio y el agua quieta. Para los túneles, sin embargo, esperaba hasta las 12 de la noche más o menos, cuando pasan trenes cada 20 minutos». Para ello, colocaba su cámara al límite de la plataforma, creando la sensación de estar sobre los raíles. El alemán no obstante no solo no asumió ese riesgo, sino que se evito un problema por algo que sería delito en Alemania. «No, no, las hago desde fuera. Me meterían el la cárcel», comenta antes de desternillarse.
Ni los horarios ni las complicaciones burócraticas para poder tomar esas instantáneas han mermado un ápice las ganas y energía del artista influenciado por el japonés Hiroshi Sugimoto y la alemana Candida Höfer. «Esto no es nuevo. Hago algo similar a ellos pero no es lo mismo. A mi me gusta la estética de las boleras y los sitios, que sin moverse siempre, tienen algo de distinto o los túneles que son algo que supuestamente nadie ve». En su caso, Götzfried prefiere fotografiar colosales edificios y grandes moles construidas por la mano del hombre antes que las estampas de la naturaleza, a pesar de contar también con una colección así.
Acostumbrados a ser sorprendidos por instantáneas desde todo tipo de ángulos imposibles, Götzfried vuelve a poner sobre la mesa la simetría. «A lo mejor fue una moda pero creo que al ser humano siempre le ha atraído y si te propones hacer una foto simétrica te das cuenta de que es muy complicado. Se necesita mucha planificación», subraya el residente en Múnich. Desde esta perspectiva, su trabajo aporta otro ritmo, algo que a él le parece como meditar. Se trata de un juego parecido al musical en el que suceden concurren un cúmulo de elementos: tranquilidad, reflejos, pequeñas olas, etcétera.
El fotógrafo alemán no es, sin embargo, amigo del retoque fotográfico, del cual se debatió ampliamente en una reciente cumbre en Ámsterdam. «Yo retoco muy poco. No digo que sea malo pero intento reflejar las cosas tal y como son. Me aseguro de que el resultado no sea falso». Por eso, Götzfried defiende tanto joyas antiguas como las cámaras Leica, hasta los soportes digitales más modernos. «Entiendo que para un fotoperiodista deportivo sea útil tirar 5.000 fotos pero yo, en cambio, vuelvo a casa con 25. La cámara solo es una herramienta, lo importante es la idea».