Quesabesde / “Que un periodista se convierta en noticia es la antítesis del periodismo. No somos nadie, nadie nos conoce. Los premios ni tendrían que existir. Incluso las fotos y los vídeos no tendrían que ir firmados. Solo somos un transmisor.”
Con esta contundencia se manifestó Ricardo García Vilanova el pasado viernes en lamasterclass que impartió en el madrileño centro comercial de FNAC Callao a propósito de su secuestro en Siria a finales de 2013. Y es que el recuerdo de la retención que este fotógrafo free lance sufrió en manos del Estado Islámico de Iraq y Siria durante casi 200 días junto al corresponsal Javier Espinosa estuvo revoloteando inevitablemente por la sala.
Con un lleno absoluto, García Vilanova desgranó su visión acerca de la profesión de reportero gráfico y contó a los asistentes cómo es trabajar en zonas de conflicto durante cerca de dos horas de charla que dejaron para la posteridad decenas de titulares.
El fotoperiodista español no se anduvo con medias tintas ni paños calientes, pintando un desolador panorama para el periodismo gráfico: “Hay medios y agencias que han dicho que ya no van a colaborar con fotógrafos free lance [en zonas de conflicto], y que van a coger el trabajo de activistas o de personas normales y corrientes que han cogido una cámara y se han puesto a ejercer de periodistas.”
En vías de extinción.
Precisamente el fotógrafo free lance tal y como lo conocemos se encuentra, según Vilanova, “en vías de extinción”, hasta el punto de que han de simultanear su trabajo con el vídeo: “Yo trabajo con una cámara de fotografía y una cámara de vídeo unidas con una regleta”, explicó. “Intento identificar si en un momento determinado me interesa hacer vídeo o fotos. Es la única forma que tengo para seguir trabajando en estas zonas, porque ello implica unos costes diarios que van desde 100 o 150 euros hasta 1.000 euros al día.”
García Vilanova también culpó de la actual situación a lo que denominó “la globalización de la fotografía”, y recordó el sonado caso del Chicago Sun-Times, que despidió a sus fotógrafos y encargó a los redactores que tomaran imágenes con un teléfono móvil. El futuro, según García Vilanova, está en el vídeo 4K y la extracción de fotogramas. La figura del fotoperiodista clásico está condenada a desaparecer, obligándolo a reconvertirse en lo que ya se conoce como “periodista multimedia”.
La crisis también está influyendo mucho en la cobertura de conflictos, puntualizó García Vilanova. Más allá de que los medios españoles no den el suficiente respaldo económico para mantener una cobertura prolongada en zonas de guerra, según este fotógrafo hoy día la gente es reticente a pagar por la información que ya consigue gratuitamente en las redes sociales, obviando lo que cuesta que esa información llegue directamente desde la fuente.
La situación del fotoperiodismo actual es “bastante deplorable”, asegura García Vilanova. “Tengo amigos que son fotógrafos muy buenos, y lo mejor que pueden hacer con sus fotos es colgarlas en las paredes de su casa.”
Épica
La segunda parte de la charla del fotógrafo sirvió para restar épica a la vida del periodista en zona de guerra y arrojar algo de luz a una profesión contaminada por el romanticismo del cine y la televisión.
García Vilanova afirmó que la gente cree que un fotógrafo, según baja del avión, empieza a recibir bombas. “Eso no es así; la mayoría de las veces estás aburrido.” El fotógrafo explicó que divide la zona de conflicto en tres partes: “La zona estable, que es esa zona en la que no pasa absolutamente nada, con gente yendo a la escuela y las tiendas abiertas; después está la pre-front line, una zona donde puedes trabajar el tema de los heridos y la vida diaria de los soldados, y finalmente está la front line, que es donde están los combates.”
García Vilanova criticó el modo en que algunos tratan de entrar en este tipo de fotoperiodismo, abruptamente y sin conocimientos, en lugar de hacerlo progresivamente.
“Una persona que quiera trabajar aquí no tiene por qué necesariamente entrar directamente en la zona de riesgo. Conocí a un señor que entró en Libia pretendiendo pagar con tarjeta de crédito, y otro en Siria que llevaba euros. Es absurdo. No por el hecho de ir a Siria los periódicos te van a llamar. He visto a muchísima gente que buscaba su oportunidad en Siria, pero esto no funciona así. No por el hecho de conseguir hacer algo eso te va a reportar posteriores trabajos.”
La ética durante el conflicto fue otro de los aspectos en los que García Vilanova puso el acento: “La línea de lo que está permitido es totalmente subjetiva. Yo no hago lo que no me gustaría que hicieran conmigo si yo fuera el protagonista de esa imagen, pero cada uno tiene sus parámetros. Y también lo más importante es tener respeto y empatía, porque la aceptación o no de las personas [a las que fotografías] se va a dar en función de lo que hagas. Ellos tienen que aceptarte, y eso solo se consigue con tiempo.”
“En un momento determinado en Siria se abrieron las fronteras y entró mucha gente. En Alepo había un hospital y ahí llegaba un autobús con veinte o treinta fotógrafos. Se metían a saco en el hospital y estaban diez minutos haciendo fotos sin mediar palabra con los heridos y se iban. Esto generó que los civiles, al cabo de dos días, no lo aceptaran más. Cuando se trabaja con el dolor ajeno hay que intentar ponerse en la piel de esa persona.”
Uno más
Interrogado por los asistentes acerca de cómo era posible esa interacción con los sirios y libaneses que le permitían hacer fotografías con un objetivo angular en situaciones de extrema tensión, el fotógrafo explicó que “tienes que invertir el mayor tiempo posible con ellos, vivir con ellos… y al final se olvidan de ti porque te ven como uno más. Al final llega un momento en que se olvidan de quién eres y te aceptan. Cada vez creo menos en lo de ir a un sitio, entrar, hacer fotos y salir”.
Al hilo de la ética, García Vilanova tampoco quiso dejar pasar la ocasión de criticar los montajes y escenificaciones que algunos fotógrafos realizan a veces sin especificarlo en los pies de foto, y defendió que, si bien no es necesario un castigo, sí que sería conveniente que quienes manipulen la realidad mediante fotografías escenificadas o directamente trucadas asuman algún tipo de responsabilidad al respecto.
El periodista concluyó su alegato poniendo en cuestión la objetividad como dogma: “Eso de que el periodista deber ser neutral no es cierto. Debería serlo, pero no funciona así. Desde el momento en que te posicionas en un bando o en otro estás tomando partido, aunque sea de forma involuntaria. Yo me identifico siempre con los más débiles, que siempre son los civiles; con los señores mayores, las mujeres y los niños, que son los que se llevan la peor parte.”