A partir del 8 de mayo la sala San Benito de Valladolid acogerá una exposición de Vivian Maier (1926 – 2009). Juntando las piezas de la vida de Vivian Maier, es fácil evocar la famosa cita de Churchill sobre la vasta tierra de los zares y de los comisarios que se extiende hacia Oriente. Era una de esas personas que encarnaban la típica sensibilidad europea de mujer liberada e independiente, con acento incluido, si bien había nacido en Nueva York. Aún siendo intensamente discreta y celosa de su privacidad, Vivian solía predicar animadamente su propia y muy liberal visión del mundo a todos aquellos que quisieran escucharla, e incluso a quienes no quisieran. Aunque decididamente desprendida, llegó no obstante a llenar hasta rebosar unos cuantos de armarios con todo tipo de cachivaches encontrados, libros de arte, recortes de prensa, así como de pasquines políticos y otras fruslerías. Esta niñera -que ahora cautiva al mundo entero con sus fotografías, en las que espontáneamente captó algunas de las maravillas y peculiaridades más interesantes de la «América urbana» de la segunda mitad del siglo XX- tuvo una vida que parece casi increíble. Gran solitaria, a la que no se le conoce ninguna amistad, familia o relación de ningún tipo, Vivian Maier sembraba la intriga en sus contemporáneos, hasta tal punto que se pensaba de ella que era una espía al servicio del gobierno americano. Estadounidense de origen francoaustrohúngaro, la juventud de Vivian fue un continuo vaivén entre Europa y Estados Unidos, antes de regresar a Nueva York para instalarse en 1951. Habiendo aprendido fotografía dos años antes, y también por haber sido iniciada a la fotografía gracias a una próxima amiga de su madre, Jeanne Bertrand, se puso a rastrear las calles de la Gran Manzana, refinando sus destrezas artísticas, con su cámara Rolleiflex. En 1956, Vivian abandonó la costa Este, marchándose a vivir a Chicago, donde pasó casi todo el resto de su vida trabajando como niñera. Vivía de manera muy austera, y durante su tiempo libre, se dedicaba a hacer fotografías, que escondía celosamente de toda mirada ajena, hasta tal punto que la misma familia donde vivía, ignoraba de su intensa y casi obsesiva practica. Fotográficamente activa hasta finales de los años noventa, dejó una obra de más de 100.000 negativos, de los que muchos se quedaron sin revelar. También prestaba poca atención al aspecto técnico de la fotografía; trabajaba sin célula, y su medición de la luz era tan aproximativa que una gran parte de sus imágenes son ahora difíciles de copiar. La pasión de Vivian por documentar la realidad se amplió también a una serie de filmes caseros y de grabaciones sonoras. Captó minuciosamente toda suerte de interesantes destellos de la «mitología americana», instantáneas de la demolición de construcciones históricas en aras del imparable desarrollo, escenas nunca vistas de las vidas de personas de otras comunidades étnicas y de los indigentes, así como algunos de los rincones más carismáticos de Chicago. Espíritu libre pero también alma orgullosa, acabó sus días sumida en la pobreza, siendo únicamente salvada por los hijos Ginsbergque había criado durante más de 20 años, como niñera. Estos recordaban con mucho cariño a Vivian Maier, considerándola su segunda madre, por lo que se juntaron para costearle un apartamento y cuidarla. Para cubrir deudas que Vivian Maier tenía acumuladas, empeñaron sus muebles guardados en un almacén, ignorando lo que contenían algunos de sus armarios: una cantidad ingente de negativos que esta había ido ocultando ahí a lo largo de toda su vida. La enorme obra de Vivian Maier vio por fin la luz cuando, en 2007, fue descubierta en una casa de subastas local en el NorthwestSide de Chicago. A partir de entonces, su obra no ha parado de deslumbrar al mundo entero y ha cambiado la vida del hombre que creyó en ella y la hizo pública, John Maloof. Actualmente, la obra de Vivian Maier está siendo archivada y catalogada para el uso y disfrute del público y de las futuras generaciones. John Maloof se halla a la cabeza de este proyecto, tras lograr recopilar la mayor parte del material, que se había dispersado entre los diversos compradores que habían acudido a la subasta. A día de hoy, con aproximadamente el 90 % del archivo fotográfico ya recuperado, la obra de Vivian forma ya parte de un renacimiento del interés por el arte de la fotografía callejera. La obra de Vivian Maier se inscribe dentro de la historia de la fotografía del siglo XX y figura al lado de grandes nombres de la Street Photography como Helen Levitt, Lisette Model, Diane Arbus, o Walker Evans. Anne Morin Comisaria
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