E. Gancedo / Un clásico de la otoñada rural y no tan rural leonesa, de esas tardes de castañas y manzanas puestas a asar en la económica, sobremesas mullidas por el mal tiempo y la galbana al calor del roble, es el momento de sacar la vieja caja de galletas o los rollizos álbumes para pasar el tiempo contemplando antiguas fotos, deshojando parentescos e identidades en nostálgico filandón visual. Pero existe también un paralelo editorial con esta costumbre que actualmente crece sin cesar: el de los libros que abordan, de forma monográfica, el sorprendente legado fotográfico de los pueblos leoneses.
Uno de los editores que más se ha significado en esta labor es José Antonio Martínez Reñones, el responsable de Lobo Sapiens. Preguntado por las causas de este renacido e imparable gusto por la imagen histórica, responde: «A bote pronto, y por lo que nos toca como leoneses podríamos decir, casi de manera trágica, que esta tendencia cunde más en lugares que tienen más pasado que futuro… aunque deseamos no llevar demasiada razón en esto último». «Desde que apareció en el siglo XIX, la fotografía ha sido considerada un documento y un arte. Y desde siempre, algunas de ellas han sido consideradas como valores cercanos o sustituivos de la pintura, a la que hasta hace bien poco sólo podían acceder las clases adineradas —reflexiona—. Una vez que desde los años setenta se popularizaron las cámaras, hemos asistido, y continuamos, a una verdadera proliferación de imágenes que han convertido nuestra época en la ‘era visual’, en la que se prefiere una mala imagen a la mejor de las palabras».
«Las webs, los blogs y las redes sociales son los que han generado una sensación de retrovisor respecto a la fotografía y, sin duda, son los vehículos que más han relanzado la imagen del pasado, que siempre vuelve», explica quien, de alguna manera, ha proporcionado cauce para importantes recopilaciones de fotografías rurales en tierras llanas, riberas y zona centro de la provincia al tiempo que el muy activo colectivo Xeitu ha llevado a cabo paralela labor en el ámbito de la Montaña Occidental con diversos obras.
«Hoy no hay pueblo, y casi ni vecino, que no disponga de su escaparate virtual. Las fotografías viejas o recientes constituyen una manera de identificarse y de generar vínculos colectivos. Y de ahí ese retrogusto fotográfico», continuó el editor. «Para nosotros se trata de una línea de trabajo continuo, mantenida una vez que en el año 2002 diéramos a la luz El libro de Boisán, magnífico recopilatorio efectuado por Marifé Santiago Bolaños sobre esta localidad maragata en el que colaboraron importantes firmas literarias españolas e hispanoamericanas», añadió.
De ribera en ribera
Desde entonces, Lobo Sapiens ha venido editando, en diferentes colecciones, más de una treintena de títulos (sobre las localidades de La Bañeza, Hospital de Órbigo, Mansilla de las Mulas, Bercianos del Páramo, Villoria de Órbigo, La Milla del Río, Sueros de Cepeda, Reliegos, Mozóndiga… entre otras). Y aparte de las monografías locales, también ha impulsado libros de fotografía creativa (La Luz de mi noche de José Luis Presa, Alma de Cormorán de Luis Cabrera Aizpuru…) y otros de asuntos tan atractivos como Las musas del carnaval bañezano de José Blanco Lobato.
Muchos proporcionan destacada información etnográfica e histórica, y se suman a las recientes puestas en valor de recuperados fotógrafos leoneses como Vicente Nieto o Bernardo Alonso Villarejo. «Las imágenes del pasado tienen dos componentes esenciales: la evocación y la información». «En cada lugar siempre hay imágenes genuinas que nos sorpenden. Personalmente me llaman la atención los documentos parameses de Bercianos o de Laguna Dalga en donde queda constancia gráfica de la arriería paramesa, algo de lo que incluso algunos estudiosos no tenían certeza de que hubiera sido una actividad ordenada y sistemática —expone—. También, por mi vena agrícola, me solazo mucho en los viejos cultivos y la maquinaria de la primera modernización agrícola. Por ejemplo, en la vega del Tuerto y en la ribera del Órbigo quedaron retratados para siempre los mil cultivos de esa tierra: el lúpulo, cuando cada planta trepaba en un palo; la menta olorosa, los frondosos campos de tabaco, las linares o las llamativas plantaciones (legales y supervisadas por la Guardia Civil) de adormidera».
El editor nacido en Santibáñez de la Isla informa también que, de cara a las próximas fechas navideñas, pondrá en la calle un gran trabajo de Roberto Cubillo de la Puente «sobre Aquella Hostelería de León (capital). Aparte del documentadísimo texto en el que nos enteramos quién ha sido quién, desde 1752 hasta 1985, en este servicio básico de la ciudad, podremos contemplar más de quinientas fotografías e ilustraciones que harán las delicias de todos aquellos que han pasado buena parte de su vida de tasca en tasca».