El País / Cuando el fotógrafo Leron Shimoni (Israel, 1976) llegó en 2010 a Tanzania para entregar un cargamento de gafas de sol y protectores solares a una comunidad de albinos, no pudo resistir la tentación de sacar su cámara.
Frente a él estaban varios niños y jóvenes hacinados en unos refugios construidos por el gobierno local para protegerlos de la mutilación y el asesinato. Con cada clic, intentaba no alterar la vida cotidiana de las personas —“la presencia de una cámara suele ser incómoda”— para luego poder mostrar “una situación social ignorada, sobre todo, por los europeos y americanos”, dice ahora Shimoni, frente a las imágenes que, bajo el título Sombras blancas. Viviendo con el albinismo, se exponen hasta el próximo 3 de mayo en el Centro Internacional de Fotografía y Cine (Fuenterrabía, 4).
Este fotógrafo afincado en Barcelona desde hace cuatro años colabora en importantes publicaciones especializadas en viajes como National Geographic y Lonely Planet. Comenzó su carrera hace más de una década. Al terminar el servicio militar en su país se dedicó a viajar, acompañado por una cámara, durante dos años y así descubrió su vocación.
Sigue haciendo fotos de viajes pero, dice, lo que más le interesa es contar las historias de la gente a través de las imágenes. Por eso en aquel viaje a Tanzania estuvo durante varias semanas intentando entender por qué muchas familias consideran que tener un hijo albino es de mala suerte y por qué varios curanderos los matan y les quitan las extremidades para Realizar los hechizos con los que “curan” enfermedades.
El albinismo es una enfermedad genética causada por la falta de melanina, el pigmento responsable del color de la piel, el pelo y los ojos. Una de cada 20.000 personas en Occidente es albina. En África el número es mayor debido a los matrimonios intertribales. Apenas el mes pasado, la Policía de Tanzania arrestó a 225 curanderos acusados de asesinar a personas albinas. El Gobierno del país africano prohibió la brujería el pasado enero, ante el temor de que las elecciones generales de este año desencadenaran una ola de violencia contra los albinos, a quienes se atribuye poderes como el de dar ventaja a unos candidatos sobre otros.
Es una historia muy triste porque las familias no quieren a los bebés albinos. Porque dicen: si tienes un albino vas a tener mala suerte. Los que sobreviven no pueden ir al colegio. Porque es peligroso. Además, si viven en un pueblo lejano, es peligroso que tengan que atravesar la selva, porque el sol daña su piel y pueden matarlos. Se han construido algunos refugios para que vivan protegidos, porque es más fácil robar a un niño de su casa por la noche, y en esos refugios viven los pequeños separados de su familia, pero son insuficientes. Duermen 40 en una habitación, hay veces que no tienen comida o no tienen ropa”, dice Leron Shimoni, quien también visitó a una curandera. “Para conocer y tratar de entender el otro lado de la historia. En la sociedad de Tanzania, la gente acude a los brujos antes que a los médicos. Lo que no puede hacer fue contactar a un traficante de órganos porque en ese país existe el mercado negro de órganos más grande de África”.
En las paredes del Centro Internacional de Fotografía y Cine, las fotos de Sombras blancas no sólo poseen la mirada de un fotoperiodista. Son un ejercicio de antropología visual que surgió el día en que el fotógrafo vio un documental sobre los albinos tanzanos en la BBC. Se han expuesto en Sydney (Australia), Londres (Reino Unido), Belfast (Alemania), Tel Aviv (Israel) y en Barcelona y, según su autor, siempre han despertado la solidaridad de los visitantes. “Ojalá que pase lo mismo aquí en Madrid”.