La seductora y poética evocación de lo real de Sebastián Román Lobato con sus ARQUITECTURAS en Espacio_E en la calle Azorín, 22 bajo.
Sebastián nace en Castrotierra de la Valduerna (León) en 1979. Desde niño se siente atraído y subyugado por el mágico y misterioso mundo de la fotografía. Su interés por la creación le lleva a estudiar bachillerato artístico en la Escuela de Arte de León;
posteriormente, en 1998, decide cursar estudios superiores en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca, centro clave, que consiguió convulsionar y en cierto modo revolucionar el panorama creativo de nuestra Comunidad Autónoma en los años finales del siglo XX por la influencia de algunos de sus profesores y su metodología educativa. Durante este periodo en Salamanca consigue una beca Erasmus y se traslada durante el curso 2001-2002 a la ciudad italiana de Milán para ampliar estudios en la emblemática Academia de Bellas Artes de Brera. Esta ciudad y su ambiente le permitirá aproximarse en profundidad al mundo clásico mediterráneo (en la misma facultad que está ubicada en el palacio Brera se cuenta con una destacadísima pinacoteca centrada en pintura italiana) y al mismo tiempo a un nuevo ámbito creativo: el diseño, que en Italia cuenta desde hace muchas décadas con un extraordinario reconocimiento y proyección internacional. Se podría decir, que en cierto modo, el diseño tiene algo que ver con su trabajo, pero como un substrato interno y subyacente que le facilita la recreación de escenografías imaginarias que posteriormente serán utilizadas como materia primaria de sus fotografías, pero no tanto por una influencia directa de su estancia en Milán. Un año más tarde, en el 2003, se licencia en Salamanca y se traslada a vivir a la Valduerna donde viene desarrollando una intensa actividad artística en un entorno cultural e institucional distante y poco favorable en estos momentos.
El procedimiento fotográfico se convierte en el medio esencial que le sirve como herramienta para poder generar y formalizar sus planteamientos tanto teóricos como prácticos de su incipiente pero significativa trayectoria, la cual se inició en el 2007 cuando queda finalista del Premio Carriegos de Pintura. El mismo año alcanza un Premio en la Muestra de Arte Joven de la Junta de Castilla y León. Al mismo tiempo en el Concurso de Jóvenes Artistas organizado por el reconocido C.A.B. de Burgos, esta institución le adquiere una obra. Por este motivo se podría decir que Sebastián Román se incorpora a principios de este siglo a ese amplio grupo de artistas españoles que han escogido y apostado por el medio fotográfico como forma de expresión. Colectivo que desde mediados de los años ochenta y de forma paulatina viene alcanzando un nivel muy importante de reconocimiento tanto en el ámbito nacional como internacional, como ocurre con destacados creadores como Alberto García Alix, Chema Madoz, Cristina García Rodero, Joan Fontcuberta, Ouka Lele, o Isabel Muñoz entre otros.
Dos elementos se pueden observar como claves esenciales o pilares básicos que sustentan su obra; por un lado la manipulación o falsificación de la imagen simulando realidades no existentes, aspecto básico y casi consustancial al propio nacimiento y existencia de la fotografía; y por otro lado, la creación y construcción de escenografías urbanas por medio de la utilización de maquetas, generando o creando así el motivo o tema fotográfico como si de una obra independiente se tratara. Ambos componentes plantean toda una serie de sutiles y delicados aspectos que matizan y dotan a su posición como artista y a sus propuestas de un interés muy sugerente y enriquecedor.
La falsificación, modificación o transformación de la realidad en el medio fotográfico se produce desde su propio origen. Así cuando se realizan los primeros retratos, muchos de los personajes son sometidos a una verdadera transformación y dignificación en su aspecto, intentando dotarles de aptitudes y rangos sociales y culturales que no poseen; destaca la utilización de una indumentaria adecuada y unos fondos escénicos o foritos adecuados para posar en el estudio y modificar al retratado. También es muy conocida y destacada la falsificación de imágenes fotográficas centrada en la documentación histórica, como ejemplo baste citar el caso de muchas correspondientes a la Revolución Rusa de 1917, que se veían alteradas en el negativo o en el positivado, según los intereses políticos del momento. Este tipo de cuestiones y enfoques le han interesado sobremanera a Joan Fontcuberta, que ha realizado varios proyectos específicos en relación al tema de la falsificación. Por lo tanto Sebastián Román, se sumerge en la intrahistoria de la fotografía y asume plenamente una de sus características esenciales y substanciales desde su propio origen: la manipulación de la imagen y por lo tanto del espectador, haciéndonos participes de una recreación imaginaria que nos produce una ensoñación creíble pero irreal.
Otro tema de interés, es el de la utilización de maquetas, que parten inicialmente de un cierto sentido ecológico, al tomar como punto de partida la reutilización o reciclado de un conjunto de componentes que son referentes de la máxima innovación tecnológica, como ocurre con los componentes de los ordenadores. La tecnología en desuso, obsoleta, que ha perdido su sentido existencial y funcional, se ve transformada o reelaborada por medio de un tratamiento conceptual y formal en el motivo esencial del trabajo de Sebastián. Los elementos modulares procedentes de la destrucción y desarticulación de estas maquinarias, se reordenan y estructuran desde un enfoque formal nuevo, con un sentido totalmente diferente, generando una realidad original que se convertirá en el tema central de análisis y experimentación estética y conceptual del autor. Sin duda el origen de este sistema o metodología de trabajo hunde sus raíces en los inicios del collage que abrirá las puertas a los objetos surrealistas y dadaístas y los ready-made de Marcel Duchamp. Las maquetas que construye, son simulaciones muy verosímiles de enormes ciudades o grandes conurbaciones, plagadas de múltiples y colosales rascacielos, que representan y simbolizan el prototipo de ciudad actual, innovadora y moderna. Ante la contemplación de algunas de las imágenes fotográficas producidas a partir de estas pequeñas maquetas, podríamos decir que estamos justo enfrente del emblemático skyline de Manhattan o inmersos en su interior. Por lo tanto se podría decir que la obra de Sebastián Román parte de dos fases de producción que son esenciales, imprescindibles, inherentes entre sí e indivisibles. La primera fase más mecánica, material y constructiva que es la que sirve para configurar la maqueta de la ciudad y que por lo tanto existe en sí misma como objeto propio, como si de una escultura instalación o montaje se tratase, aunque en la mayoría de los casos tenga un protagonismo residual e incluso efímero. Y la segunda fase, que es más analítica y conceptual, consistente en el estudio espacio-temporal de la maqueta, para originar por medio de una ambientación generalmente de tipo natural, un conjunto amplio de imágenes que surgen a partir de la captura de la luz en un diálogo lúdico e imaginativo con la maqueta y su entorno. De esta acción se consigue el producto definitivo que el artista nos presenta, primeramente en forma de archivo matriz de tipo digital y en segundo lugar como transferencia de imagen presentada en diferentes soportes (papel metacrilato, lienzo etc.).
En la última cita expositiva a la que pude asistir, presentó una magnífica, sutil y delicada muestra Mapping the Landscape, en la cual utilizó el blanco y negro sobre un soporte de lienzo, alcanzando unos niveles de austeridad máxima, una intensa frialdad interior, un profundo sentido atmosférico y un perfecto dominio del equilibrio compositivo, aspectos todos ellos, que le aproximan a la estética y el tratamiento del gran maestro norteamericano de origen alemán Andreas Feininger, el cual inmortalizó de forma magistral la luz, la atmósfera y el latir vivencial de Manhattan.
Con la presentación de esta última obra en la recién inaugurada sala de exposiciones Espacio E, que dirige Pablo Martínez García, nos seduce con la recuperación de archivos relativamente antiguos de 2008 y 2009 positivados en blanco y negro y que nos redescubren una faceta en la que hace hincapié en las formas, las texturas y las ordenaciones compositivas tensas, como ocurre en Cornice, Nowhere II o Neighborhood. Por otro lado vuelve a la utilización del color de una forma sutil, delicada, con seductoras degradaciones tonales y cromáticas que acentúan el sentido poético y misterioso de la imagen, como se puede comprobar en la magnífica serie Glass Tower (I-VI) y en la magistral y sublime obra Obscure-cer. La ausencia del hombre, la impresión de soledad que se apodera de la escena y el silencio pleno, se convierten en los verdaderos protagonistas de un escenario mágico y de ensueño, como si el autor quisiera evocar la metáfora de la autodestrucción a la que el hombre parece estar avocado de forma permanente.
Sin duda una nueva y destacada ocasión para reencontrarnos con uno de los artistas más interesantes del panorama creativo actual.
Luis García Martínez