Catala-RocaEl mundo / Los reconocimientos internacionales han incendiado la escena fotográfica nacional y han creado una legión de seguidores de los foto-libros.

Al emblema del Reina Sofía, el Guernica de Pablo Picasso, le ha salido de forma inadvertida un contrapunto en la sala 430. Ocupando un espacio ligeramente inferior, toda una pared la llena el despliegue del libro de fotografía ‘Madrid’, obra colectiva de varios fotógrafos, entre los que destacan, por su relevancia internacional posterior, Robert Capa y David Seymour «Chim» junto a otros autores como Luis Lladó, Hans Namuth o Margaret Michaelis.

Producido por el Comissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya en 1937, el mismo año que Picasso recibía el encargo de realizar la obra para el pabellón español en la Exposición Internacional de París, el libro, reproducido en todas sus páginas, narra también la historia brutal de una ciudad sometida al castigo de los bombardeos. En este caso Madrid, en el invierno del 36. Ahí está la amenaza lejana y anónima de los aviones que dejan caer su carga mortal; ahí los escombros, los cadáveres de los niños y el grito ahogado de las víctimas, de quienes han sobrevivido y caminan entre las ruinas, de quienes resisten escondidos en los andenes del metro y de los refugiados que lo abandonan todo en su huida hacia Barcelona.

Concebido para recabar apoyos internacionales para la causa republicana y denunciar la ferocidad del ataque rebelde, el libro se cierra con un interrogante de sangre: «¿Y si se abre sobre Barcelona el mismo ciclo angustioso, si los aviones de Hitler yMussolini ensucian nuestro cielo puro con las manchas negras de la desolación y la muerte?»

La respuesta la tienen los treinta y dos retratados que miran esa colección de dobles páginas de desolación desde la pared de enfrente. Los ganadores de una guerra (Franco, Mola, Queipo de Llano, el cardenal Gomá, Pemán,…), llamados a la histórica tarea de concluir una cruzada, que posan para Jalón Ángel en una carpeta de láminas con un título lo suficientemente glorioso: Forjadores de Imperio. A la manera de los retratos de la pintura clásica, sobre un fondo difuminado, los personajes son inmortalizados, no en el campo de batalla, si no en su quehacer de hombres de estado.

En un contexto en el que las imprentas son una extensión del campo de batalla y las publicaciones tienen un marcado carácter propagandístico, de entre la producción de ambos bandos seleccionada destaca ‘Madrid’, un libro de fotografías moderno, en el que el uso de la fotografía constituye un relato propio, más allá de ilustrar un texto. La edición y el diseño, incluyendo el uso de fotomontajes -frecuentes en las revistas ilustradas de la época, como AIZ, VU o USSR im Bau- aprovechan las posibilidades narrativas del formato.

Y eso es precisamente lo que pretende la muestra ‘Fotos y Libros. España 1905-1977’: destacar los hitos de un recorrido por la historia de los libros de fotografía. No por los libros con fotografías o los meros catálogos ilustrados con fotografías que por defecto acompañan una exposición; sino las obras con una entidad propia, en el que el resultado es algo más que la suma de sus partes, la imagen y la palabra.

Ésa es la idea detrás de ‘Palabra e Imagen’, esa deliciosa colección editada por Esther Tusquets bajo el sello de la editorial Lumen a partir de los años 60, y recogida en su integridad en la exposición. Inaugurada en 1962 por el ‘Libro de juegos para los niños de los otros’, con fotografías de Jaime Buesa y textos de Ana María Matute, la colección publicó en los años sucesivos algunas de las piezas fundamentales de la historia de la fotografía española, emparejando las mejores plumas con los fotógrafos de una generación llamada a regenerar el lenguaje fotográfico: ‘La caza de la perdiz roja’ (de Oriol Maspons y Miguel Delibes), ‘Neutral corner’ (Ramón Masats e Ignacio Aldecoa), ‘Toreo de salón’ (Maspons y Ubiña con Camilo José Cela), ‘Viejas historias de Castilla la Vieja’ (Masats y Delibes), ‘Izas Rabizas y Colipoterras’ (Juan Colom y Cela), ‘Los días iluminados’ (Francisco Ontañón y Alfonso Grosso), ‘Poeta en Nueva York’ (Maspons y Ubiña con los textos de Lorca), ‘Una casa en la arena’ (Sergio Larrain y Pablo Neruda), ‘Los cachorros’ (Xavier Miserachs y Mario Vergas Llosa), ‘Libro del mar’ (Catalá-Roca y Alberti), … hasta sumar diecinueve títulos, en un conjunto que cerrará en 1975 ‘Luces y sombras del flamenco’, con las imágenes de Colita y las palabras de J. M. Caballero Bonald.

‘Palabra e Imagen’ lleva más allá ese género editorial que aúna fotografía y literatura y del que en la exposición pueden verse otros ejemplos anteriores, desde el título que abre la muestra ‘¡Quién supiera escribir!’ (1905), una serie firmada por Antonio Canovas Kaulak que teatraliza un poema de Campoamor, premiada unos años antes en un concurso de la revista ‘Blanco y Negro’ y editada primero como colección de postales y, más tarde, tras su éxito, como un lujoso libro impreso en París; ‘Viento del pueblo. Poesía en la guerra’, (1937) en el que los versos de Miguel Hernández son complementados con imágenes de distintos autores procedentes de los archivos del partido comunista; ‘Valor y miedo’ (1938), de Arturo Barea con fotografías de Walter Reuter; ‘Momentos’ (1944), del fotógrafo Joaquín del Palacio y textos deÁlvaro Bartolomé o ‘Les fenêtres’ (1957), con imágenes intimistas de Leopoldo Pomés para acompañar los poemas de Rilke.

Del éxito de la iniciativa da cuenta el hecho de que algunos de sus autores repetirían el mismo esquema de trabajo bajo otros sellos, como los relatos de Camilo José Cela de la serie ‘Nuevas escenas matritenses. Fotografías al minuto’ (1965-66) sobre las fotografías urbanas del Madrid de Enrique Palazuelo; ‘Vivir en Madrid’ (1967), que reúne el trabajo de Francisco Ontañón y Luis Carandell o ‘El libro de la caza menor’ (1964), de Delibes y Ontañón.

Una década en la que, una vez superados los rigores iniciales de la postguerra y con unos referentes fotográficos claros (Klein, Cartier-Bresson…), esta brillante generación de fotógrafos se lanza a las calles para producir títulos indispensables como ‘Los Sanfermines’, de Ramón Masats o ‘Barcelona blanc i negre’ y ‘Costa Brava Show’, ambos de Xavier Miserachs.

La exposición, iniciada con ‘¡Quién supiera escribir!’, traza después un viaje que continúa con ‘Spanische Köpfe. Bilder aus Kastilien, Aragonien un Andalusien’ (‘Cabezas españolas. Imágenes de Castilla, Aragón y Andalucía’), de Ortiz Echagüe y acaba con ‘Punk’, de Salvador Costa. Un recorrido que va de la recreación pictórica de tipos y trajes del pasado al rabioso nacimiento del movimiento punk en los cenáculos de la contracultura londinense, con sus protagonistas identificados también por su actitud y su indumentaria. En el trayecto se incluyen también otros ejemplos de libros que van del clasicismo, como ‘Rincones del viejo Madrid. Nocturnos’, de Alfonso; al inicio de la modernidad, ‘Barcelona’ de Catalá Roca o a los desconcertantes ‘Los últimas días de Franco vistos en TVE’ y ‘Los primeros días del Rey vistos en TVE’, dos volúmenes en los que fotografiando las imágenes de la pantalla de un televisor se fija para la historia el cambio de régimen, vivido al instante en algo tan voluble como un directo de televisión.

Junto a los libros pueden verse, además, las copias fotográficas de las series de los arquetipos de Ortiz Echgüe, la ‘Barcelona’ deCatalá Roca, ‘Neutral corner’, ‘Costa Brava Show’, ‘Vivir en Madrid’… siguiendo la forma convencional de exponerse en los museos. Y es en ese diálogo que se establece entre la imagen enmarcada, en la pared, y la puesta en página de la misma obra, en el que se recalca las características narrativas de la secuencia de imágenes impresa, sus posibilidades y logros.

La exposición, comisariada por Horacio Fernandez, y el amplio catálogo que la acompaña, suponen no sólo una completa guía por la historia del libro de fotografía en España, si no también una notable ampliación de una muestra anterior del museo, también bajo la batuta de Horacio Fernández, aún en cartel. Semiescondida en una pequeña sala junto a la biblioteca, desde hace meses está en exhibición ‘Fotos que son libros, libros que son fotos’, una muestra de la producción más reciente de libros de fotografía, desde ‘Infinito’, de David Jiménez a los más recientes ‘Paloma al aire’, deRicardo Cases; ‘Censura’, de Julián Barón; ‘Los Afronautas’, deCristina de Middel, ‘P.I.G.S.’, de Carlos Spottorno, ‘Casa de Campo’, de Antonio Xoubanova o ‘Karma’, de Óscar Monzón.

Ejemplos de la última década de una nueva generación de fotógrafos que ha redescubierto el género con furor, encontrando en los libros el vehículo idóneo para desarrollar los proyectos más personales. Las posibilidades de la autopublicación y el impulso de colecciones como los ‘Cuadernos de la Kursala’ han multiplicado los títulos. Los éxitos recogidos en forma de numerosos reconocimientos internacionales han acabado por incendiar la escena fotográfica nacional y han creado una legión de seguidores de algo que ha pasado de ser libros de fotografía a fotolibros.

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