cartier bresson expoEduardo Parra. Quesabesde.
Hay una frase firmada por Jean-François Leroy que seguro que has enviado, leído o tuiteado. O todas las anteriores. Dice así: “Twitter te hace pensar que eres sabio; Instagram, que eres fotógrafo, y Facebook, que tienes amigos. El despertar va a ser duro.” En efecto, Instagram no te hace fotógrafo, pero se puede ser fotógrafo de Instagram. Ser fotógrafo no depende de títulos ni de cámaras, sino de otras cosas. Llamémoslas ojo, llamémoslas corazón, llamémoslas técnica.

A estas alturas ya ha quedado demostrado que la herramienta es lo de menos. Dijeron primero que no se podía ser fotógrafo con una cámara digital, y luego que no se podía ser fotógrafo con un teléfono. Y se demostró que sí. La verdad es que después de haber sido fotógrafo utilizando una caja de zapatos con un agujero, decir que “con tal cosa no se puede” es cuando menos una temeridad.

No me atrevo a definir a un fotógrafo más allá de lo que dice la Real Academia: aquel que hace fotografías. Pero creo que es evidente que hay fotógrafos y fotógrafos. No es lo mismo aquel que saca el móvil y pulsa un botón que aquel que ve una escena, la imagina en su mente, elige una combinación de diafragma y velocidad de obturación y logra plasmar en una foto lo que antes había imaginado.

Pero… ¿es Instagram una cámara? ¿Es su usuario un fotógrafo? Nos llegó a la redacción hace pocos días el recopilatorio de los lugares más fotografiados según Instagram. Y ahí es cuando las alarmas se me disparan, porque Instagram no es una cámara: es una herramienta. Es como hacer la lista de las fotos más editadas con Photoshop o las más transmitidas por FTP. O como mucho las más colgadas en Flickr.

Instagram no es referencia de nada (más que de su propia existencia), especialmente porque en su uso, muy amplio, existen ciertos tipos de fotografías que triunfan y se repiten, mientras que otras pasan mucho más de puntillas. Y aunque cada vez son más las fotografías que se instagramean tras salir de una SLR, esta herramienta –insisto- no es una cámara.

Listas como esta están bien. Son graciosas y se puede descubrir en ellas cositas interesantes, como que en Madrid el lugar más fotografiado sea un estadio de fútbol (no es para estar especialmente orgullosos). Pero más allá de la curiosidad y tal vez de algún aspecto relevante para las autoridades competentes en turismo, esta lista no sirve más que para que los medios publiquen unas líneas y los columnistas rellenen su folio quincenal con más o menos coherencia.

Porque de lo que no habla Instagram es de la calidad de las fotos que se cuelgan en sus servidores. Y no diré en absoluto que todas las fotos sean malas, pero lo cierto es que la mayoría de ellas –permítaseme la generalización- tampoco son tan buenas. Y si les quitamos los filtros, ya olvídate. Y eso es algo que debería hacernos reflexionar cuando tomamos como referencia fotográfica lo que se hace o deja de hacer en esta particular red social.

Porque, sí, todo el mundo que usa una cámara es fotógrafo, pero hay fotógrafos y fotógrafos. Todo el que usa Instagram es instagramer, pero hay instagramers e instagramers. Y estoy seguro de que a esos instagramers que -sea con un móvil o una SLR- se toman su tiempo para hacer su foto, no les hace gracia que les comparen con aquellos que, haciendo turismo, suben a las redes una foto totalmente prescindible de un campo de fútbol (un campo poco fotogénico en el caso que nos ocupa, por cierto) para ver cuántas veces le dan al corazoncito.

Se agradecen estas listas que nos evitan tener que hablar de las fotos de la campaña electoral, pero toda esta sopa de números tiene tanto interés como la tienda donde un candidato electoral se compra la ropa interior. Es lo que tiene el fin de año, que se recopilan datos, aunque estos sean del todo irrelevantes. Incluso diría más: torticeros para con los instagramers que de verdad aman la fotografía.

Amigos de Instagram: para el año que viene os propongo saber cuántas fotos han sido tomadas directamente desde el dispositivo móvil, cuántas han sido hechas a la primera, cuántas son una auténtica chapuza si les quitamos el filtro y por supuesto cuántas tienen un viñeteo excesivo o un desenfoque desmedido. Seguramente eso sería igual de irrelevante, pero al menos nos echaríamos unas risas.

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