pepegraciaDiario de León «Recuerdo a Pepe haciendo sus retratos y colocando a la gente frente a aquella gran cámara de madera con ruedas, recuerdo el olor de los líquidos en las cubetas y la magia cuando la imagen aparecía sobre el papel en blanco». Olaf Pla Gracia evoca así al abuelo Pepe en su estudio de fotografía, aquel que tenía en la calle Ancha, encima del Café Victoria.

El abuelo Pepe es ahora una foto en blanco y negro, al igual que el bisabuelo Germán; Olaf y su madre, Belita, tienen el color de un tiempo nuevo. Entre todos conforman cuatro generaciones detrás de la cámara cuyo trabajo, bajo el título Legado de los antepasados, podrá verse a finales de este mes en la exposición que la concejalía de Cultura Leonesa del Ayuntamiento de León está organizando en el Palacio don Gutierre.

Es una muestra de 46 obras que abarcan más de 120 años. La más antigua es el retrato del abuelo Germán, de 1880; las más actuales las del bisnieto Olaf, de 2007.

Los Gracia son historia viva de la provincia. Dicen que el bisabuelo Germán llegó a León desde tierras valencianas camino de Asturias o Galicia y que, por culpa de una tremenda nevada, se tuvo que quedar una larga temporada en la ciudad.

Aquí conoció a su mujer, Ninfa, y fotografió el León de finales del siglo XIX y principios del XX. Esas fotos de la calle Ancha —antes calle de la Catedral— con hombres de gorra y bombín; y un grupo de ‘niños exploradores de León’ de 1914, junto a retratos de boda y estampas de familias pudientes como la de Martín Rebolledo: hombre de pie en el jardín, la mujer sentada, las cuatro hijas con vestidos blancos (las ricas no se ensucian) y el benjamín sobre la hierba.

Al abuelo Pepe le debemos esa conocida y terrible —por lo que pasaría después— imagen del alcalde Miguel Castaño dando un mitin desde el balcón del Ayuntamiento de San Marcelo en 1931. Cinco años después sería fusilado por los militares golpistas y las imágenes de Pepe Gracia se llenarían de uniformes e incluso de los nazis de la Legión Cóndor por las plazas de León y de arcos con esvásticas evitando las uñas del león rampante.

Entre las fotografías que Olaf Pla Gracia aporta a esta exposición están el retrato del bisabuelo Germán que encabeza esta página así como estampas familiares con su mujer; fotos de campesinos leoneses con vestidos tradicionales; una joven monja y la instantánea de una boda en el chalé-estudio que tenía en Ordoño II.

Del abuelo Pepe se muestran escenas en su estudio fotográfico y fotos de las conocidas ‘tres gracias’: sus hijas Ninfa, Belita y Rosa. También de Paulino Uzcudun, famoso boxeador de los años 30 cuyo sparring fue Antonio López Pasarón, hermano de Isabel, mujer de Pepe Gracia.

La pasión por la fotografía sería heredada por Belita. «Su cámara Kodak Retina del año 55 fue la primera que comencé a entender y que aún utilizo en actualidad. Es una maravilla, pero fue gracias a la Pentax de mi tío Miguel Castaño —hijo del alcalde republicano— por la que comencé más en serio con esta afición», expone Olaf.

De Belita se podrán ver en esta exposición fotografías en la Barcelona de los años 70 y los locos 80, donde se fue la familia en el 73 por una buena oportunidad para su marido, que era veterinario.

De ahí salen las imágenes de Olaf adolescente con sus amigos rockeros y cantantes como Carlos Segarra o Loquillo. También estampas leonesas como un niño saltando en la piscina de La Venatoria. «Mi madre es una mujer que, con pocas palabras y sin grandes explicaciones, supo transmitirme lo que para la familia Gracia es este arte: luz, sencillamente luz», añade Olaf.

Las últimas imágenes, las suyas, conectan con sus tres grandes pasiones: los viajes, el rock y el rugby. Estampas del siglo XXI que muestran cómo han cambiado las cosas. De un León en blanco y negro durante la República y la dictadura a la explosión creativa de los años 70 y 80, tiempos de pasión por la música y adicción al cuero.

«Cuando me propusieron esta exposición entendí que esta muestra no podía ser solamente mía, sino que tenía que tener en cuenta los más de cien años de fotografía que hay en mi familia. Esta muestra es una deuda que tenía pendiente con mis antepasados, con las tres generaciones de fotógrafos que me han precedido», declara Olaf. Ahora, la deuda está saldada.

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