El mundo /A Cristina García Rodero la descubrimos al tiempo que nos mostraba una realidad desconocida en la gran ciudad. Un mundo rural, fantástico, misterioso a través de sus fiestas religiosas o paganas en blanco y negro. Fueron fotos llenas de rostros graves y posturas envaradas, imágenes casi escultóricas.
Decantó sus primeros pasos hacia la pintura, aunque luego cambió el pincel por la cámara, consiguiendo un resultado que se aproxima a lo más negro de Goya o la España profunda de Eugene Smith. Su proyecto España Oculta, que la mantuvo ocupada durante 20 años, mostró un país oscuro pero mágico, ignorado por el tiempo, un país pintado no fotografiado. Se trata de un trabajo que mantendrá siempre su vigencia. Arrancado al tiempo a base de muchos kilómetros a deshora, agotadores sueños en la parte trasera de un Seat 600, muchas cunetas camino de pueblos lejanos como el fin del mundo.
Ese fue el trabajo que puso sobre la mesa una fotógrafa con aspecto de persona. Aspecto de persona normal, natural como la vida que retrataba. Frente a sus fotos llenas de grises, García Rodero tiene un rostro en color. Su cabello dorado, sus ojos claros y su rostro redondo llegan al alma. Igual que una buena foto. Esta artista, que entró a formar parte de la agencia Magnum en 2005, nació en Puerto Llano (Ciudad Real) en 1949. Su suave acento manchego es pura miel y ayuda a que su discurso llegue tan hondo como sus imágenes.
Tras mostrar el fondo del alma de su país, ha fotografiado rituales diversos en puntos lejanos: Grecia, Etiopía, Cuba Aunque por su brillantez hay que resaltar su trabajo en Haití. En su trayectoria hay mucha técnica, pero sobre todo resalta su gran sensibilidad. Tras cada una de las imágenes se pueden contar muchas horas de trabajo sobre el terreno. Una labor muy camaleónica, de fotógrafo invisible: nadie mira a cámara, no hay poses, todo transcurre con un sosiego sobrenatural.
García Rodero es miembro de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando. Le fue concedido el Premio Nacional de Fotografía en 1996 y el Eugene Smith en 1989. Los títulos de sus libros rondan muchas veces lo sagrado: ‘Grabara, el monte de las 600 cruces: una peregrinación ortodoxa a Polonia’, ‘Lo Festivo y lo Sagrado’ o ‘Una peregrinación a Santiago, Haití’ son tan solo algunos títulos de cuatro décadas dedicadas a retratar a hombres que miran a Dios.