El Mundo / Uno de los debates más controvertidos en las escuelas de fotografía es el que aborda la línea que separa el fotoperiodismo de la imagen artística. Algunos puristas, por ejemplo, excluyen del primer grupo el trabajo de Sebastiao Salgado, uno de los fotógrafos documentales más reconocidos del mundo. Le critican el preciosismo que busca en sus imágenes de denuncia. «Yo no soy artista, soy fotoperiodista», ha reivindicado en varias ocasiones el brasileño.
La polémica se ha encendido estas semanas después de que el prestigioso certamen World Press Photo premiara en su última edición al fotógrafo Giovanni Troilo por una serie de imágenes sobre la ciudad belga de Charleroi. Muchos profesionales denunciaron que el trabajo del italiano no es fotoperiodismo sino arte y finalmente la organización ha decidido retirarle el premio al considerar que el autor ha vulnerado las normas exigidas para presentarse al concurso.
La serie de fotografías de Troilo, presentada en la categoría de Temas de Actualidad bajo el título Ciudad negra, retrata la miseria y la degeneración en uno de los barrios de Charleroi. Lo hace con iluminación artificial y en ocasiones las situaciones captadas por su objetivo no esconden su cuidada puesta en escena. En una de las instantáneas, por ejemplo, es su propio primo el que simula estar en un coche en una situación íntima con su pareja.
Por ello, cuando se le otorgó el galardón muchos compañeros de profesión y el propio alcalde de la localidad denunciaron esta manipulación escenográfica. Según el alcalde de Charleroi, Paul Magnette, una de las instantáneas ni siquiera se tomó en esta ciudad, en contra de lo que se apunta en el pie de foto. Indignado en parte por la imagen negativa que el italiano da de la urbe, Magnette lleva días criticando la «grave falsificación de la realidad» de Troilo y había pedido que se le retirara el galardón. Según el político, su trabajo «se hace pasar por fotoperiodismo cuando hay actores que han posado en los espacios dentro de una puesta en escena con iluminación artificial».
La decisión del World Press Photo de retirarle el galardón a Giovanni Troilo pone fin a semanas de polémica. Horas después del fallo del jurado muchos reporteros reconocidos criticaron en las redes sociales el efecto dramático y forzado de las imágenes, tomadas con flash y escenificadas.
Muchos reporteros que se postularon para el concurso, algunos con series tomadas en Irak o Siria, denuncian que Troilo ha traspasado la línea que separa el periodismo de la imagen artística y algunos incluso amenazaron con boicotear al certamen y no volver a presentarse más si la organización no se retractaba.
Jean François Leroy, director del festival de fotoperiodismo Visa pour l’Image de Perpignan, advirtió que no expondría este año los trabajos premiados del World Press Photo. «Los fotoperiodistas que defendemos en el certamen no llaman a sus primos para fornicar en un coche. Los reporteros que queremos impulsar no iluminan con flash de estudio para que las fotos parezcan una pintura holandesa», denuncia Leroy, para quien Troilo «es un artista, quizá con talento, pero no fotoperiodista».
Aunque al principio el World Press Photo siempre apoyó la versión del autor, finalmente ha rectificado tras constatar que su trabajo no se ajusta a los valores del concurso y ha lamentado la grave falta de ética por parte del autor. «Troilo ha reconocido por teléfono que una de las imágenes no fue tomada en Charleroi, en contra de lo que dijo cuando se presentó al concurso. Esta información falsificada constituye una violación de las reglas del concurso», afirman.
El World Press Photo es uno de los certámenes más prestigiosos del mundo. Aunque en los últimos años ha tratado de premiar imágenes diferentes a las clásicas del breaking news, las reglas son estrictas y claras y prohíben la manipulación, la clonación así como la eliminación de elementos para preservar la integridad del fotoperiodismo documental.