foto antigua 1870Manuel Morales / Una mujer mira a la cámara con timidez mientras oculta su rostro tras un abanico. A un paso, un galán se toca el sombrero mientras parece dedicarle un requiebro. Sabemos que la escena ocurrió en una calle de Córdoba en los años setenta del siglo XIX y que el francés Jean Laurent (1816-1886), el fotógrafo más emblemático de la España decimonónica, tomó aquella escena. Esta imagen es una de las 42.000 fotos antiguas que atesora el malagueño Juan Antonio Fernández Rivero. Apasionado del coleccionismo desde niño, pasó de los sellos a las postales antiguas, después fue fotógrafo aficionado hasta que la lectura de La historia de la fotografía en España, desde sus orígenes hasta 1900, del hispanista estadounidense Lee Fontanella, le impelió a recopilar más y más instantáneas.

Fernández Rivero (Málaga, 1956), economista de formación, lleva un cuarto de siglo adquiriendo fotografías. Primero empezó con las que habían tenido como objetivo su ciudad, Málaga —hoy constituyen la cuarta parte de la colección—, después amplió el foco a Andalucía y resto de España. Su «especialidad», dice, es el siglo XIX (en los años cuarenta de esa centuria llegó la revolucionaria manera de fijar la realidad). «Las fotos de entonces son comerciales y documentales, a diferencia de lo que ocurrió a finales del XIX, cuando los fotógrafos empezaron a crear arte», explica sentado frente a un espeto de sabrosas sardinas en un chiringuito en la playa en Málaga.

Este autor de una decena de libros sobre fotografía añade que las que se tomaron en el XIX en España fueron sobre todo de ciudades andaluzas (Granada, Sevilla, Córdoba…) «por el mito romántico de lo árabe que buscaban los viajeros». «El Patio de los Leones de la Alhambra fue uno de los motivos más retratados en todo el mundo en esa época, junto a las cataratas del Niágara y París», la ciudad donde se había presentado el invento de la fotografía el 15 de junio de 1839 en el mismo Parlamento. Madrid y sus alrededores, Toledo y Barcelona fueron los otros espacios españoles más buscados por los primeros fotógrafos.

Fernández es también «un investigador» que desde su web —con unas 10.000 obras ya digitalizadas— y su blog difunde la obra de los pioneros mientras no ceja en su labor de coleccionista: «Continuamente estoy adquiriendo piezas, siempre originales, no hace falta ser millonario, esto no es como la pintura». Fernández ha reunido a las afueras de Málaga su catálogo con la ayuda de su esposa, Teresa: pujas en subastas de Londres, París y Nueva York, compras a marchantes, anticuarios y particulares, «muchas en Estados Unidos», y visitas a ferias como la que se celebra anualmente a finales de mayo en Bièvres, alrededores de París.

De la colección, 18.000 son fotos del XIX y 10.000 son tarjetas postales de las primeras décadas del XX. «También tengo unas 9.000 fotografías estereoscópicas» (compuestas por dos imágenes unidas, tomadas desde distintos ángulos, que al contemplarse con un visor se convierten en una sola, tridimensional y con sensación de profundidad. «Fue un invento con poco éxito porque en seguida llegó la propia fotografía». Además, unas 2.500 cartes de visite, pequeños retratos que los burgueses entregaban a familiares y amigos para los álbumes y que se pusieron de moda sobre 1860.

Daguerrotipos y calotipos

El catálogo lo completan un centenar de daguerrotipos (el primer procedimiento fotográfico) y ambrotipos (negativos de cristal sobre fondo negro); fotos iluminadas (pintadas), álbumes victorianos de viajeros del XIX, con las fotos que compraban para mostrar a sus amistades y libros ilustrados. Una colección que el fotohistoriador Publio López Mondéjar valora por sus piezas del siglo XIX, lo que la sitúa «entre las ocho o diez mejores de fotografía privada en España».

A Fernández le cuesta escoger las joyas de su tesoro. Se inclina por el álbum del capitán Pilkington: «Lo compré en Christie’s en 1998 y tenía 30 fotografías de Charles Clifford», el otro extranjero —junto a Laurent— que fotografió España en el reinado de Isabel II. «Es un álbum de 55 x 75 centímetros, de la década de 1850, con encuadernación repujada en oro. Contiene las imágenes que este militar inglés, culto, aficionado a la fotografía y destinado en Gibraltar compraba de los sitios que veía; también pegó acuarelas, dibujos, litografías… 241 piezas en total». También destaca la colección taurina del francés Luis Leon Masson, que forman parte de un álbum que perteneció al duque de Montpensier, cuñado de Isabel II. Si tiene que quedarse con piezas sueltas, elige una antigua, el Retrato de James Linton, pescador en New Haven, un calotipo (negativo directo sobre papel) de 1845, obra de los escoceses Hill y Adamson; y otro calotipo, del irlandés E.K. Tenison, un romántico que recorrió los polvorientos caminos de la Península y que hizo 40 fotos entre 1852 y 1854.

«Yo no he tratado de acumular porque sí. El coleccionismo debe tener un sentido, un valor documental y criterio histórico. Recopilo pensando en que esto tenga algún día una función museística», un deseo que no ha encontrado eco en su ciudad, aunque en ocasiones ha prestado fotos a instituciones para exposiciones. «Me gustaría que la colección no se eche a perder», lamenta mientras mira al horizonte, al monte de Gibralfaro: «Es la obra de mi vida».

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