Manuel-Alvarez-Bravo-4La fotografía del mexicano Manuel Álvarez Bravo (1902-2002) ha estado siempre perseguida por los estereotipos de imágenes del México rural e indígena, un cliché con el que ahora pretende romper la retrospectiva de su obra que se muestra en Madrid.

Desarrollada a lo largo de ocho décadas, las fotografías de Álvarez Bravo, conocido como el padre de la fotografía mexicana, suponen una pieza fundamental para comprender México durante el siglo XX.

Álvarez Bravo fue, según Laura González, comisaria de la muestra, «maestro de la fotografía moderna mundial, no solo mexicana», que con su trabajo construyó «un lenguaje moderno, reflexivo y formal» que se da a lo largo de toda su vida productiva, desde mediados de los años 20 hasta la década de los noventa.

Sus fotos, según el también comisario Gerardo Mosquera, constatan su cercanía «con el sentir de la vanguardia española», especialmente con Gómez de la Serna, Buñuel, Dalí o Picasso, «figura clave» en su trayectoria artística que «transformó por completo» su obra y la encaminó hacia la fotografía constructiva.

Los comisarios explicaron en la presentación de la muestra que su fascinante y compleja fotografía responde a las profundas transformaciones iniciadas en México por la Revolución de 1910, como el abandono progresivo de la vida rural y de las costumbres tradicionales.

Arraigada en la sensibilidad popular mexicana y a la vez orientada hacia una perspectiva moderna, la obra de Álvarez Bravo tiene un discurso poético, propio y coherente en sí mismo, con «claras influencias» de la pintura, la gráfica, la literatura y la música, pero sobre todo, del cine.

La exposición, que se puede ver hasta el próximo 19 de mayo en la Fundación Mapfre, en su sede del centro comercial Moda Shopping de Madrid, muestra obra «nunca antes exhibida», como unos fragmentos del cine experimental de la década de los sesenta.

En este sentido, la muestra presenta la obra de Álvarez Bravo desde una «perspectiva diferente», con fotografías inéditas y experimentales procedentes de su archivo e imágenes con motivos iconográficos que aparecen de modo recurrente.

Dividida en ocho grupos temáticos, la exposición ofrece una selección de 152 fotografías que constatan la evolución creativa del artista, en un recorrido acompañado de cinco proyecciones cinematográficas experimentales inéditas que evidencian su relación con el cine durante más de cincuenta años.

Así, de sus primeras fotografías, en las que busca la pureza de la imagen y las formas que tienden a la abstracción, se pasa a la idea constante de construcción, a sus chocantes imágenes relacionadas con el montaje cinematográfico o a su visión moderna de la ciudad.

Entre las instantáneas destaca una de sus imágenes más célebres, Obrero en huelga asesinado (1934), en la que retrata el cadáver de un joven dirigente sindical muerto de un disparo, y junto a ella se exponen sus obras de personajes yacentes en la película experimental ¿Cuánta será la oscuridad?, un corto basado en un cuento de José Revueltas.

Otro apartado recuerda su serie dedicada al cuerpo humano y el desnudo, en el que aparecen imágenes de gestos privados y de ensoñaciones íntimas, que le revelan como «un cazador de imágenes, un artista al acecho» que permanece siempre alerta.

Para Gerardo Mosquera, la muestra pone de manifiesto la «estrecha relación» del artista mexicano con España y las influencias que recibió de muchos de sus creadores, y contribuye a romper «el falso cliché» que relaciona únicamente sus fotografías con el «México profundo, indígena y de la naturaleza de su país, dando pie al conocimiento del Álvarez Bravo » más experimentador, el menos conocido».

«Si hoy viviera, estaría haciendo fotografía digital y experimentando con ella», sentenció Laura González.

 

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