Sara Gordón del Riego / FOCUS. Los acantilados blancos de Dover han asombrado e intimidado durante siglos tanto a invasores como visitantes de Gran Bretaña. Las andaduras de estas enormes paredes blancas comienzan hace 70 millones de años cuando se encontraban sumergidas bajo un profundo mar. Este fondo marino estaba formado por un barro blanco compuesto de fragmentos de cocolitos que más tarde se convertiría en tiza y lentamente se iría depositando en las paredes para ofrecer este color tan llamativo. La erosión constante del mar impide que la superficie rocosa se vuelva verde. La tiza no forma un suelo muy seguro por eso se recomienda tener la precaución de no acercarte a menos de cuatro metros del borde.

El azul del mar y el cielo tropiezan con el blanco reluciente de los acantilados que reflecta la poca luz solar que osa invadir Inglaterra. Estos gigantes son bordeados por una ruta verde que comienza en Dover. El paisaje durante toda la caminata es perfecto para la fotografía, a un lado los acantilados y al otro praderas verdes con muy pocas huellas humanas. En algún punto de la ruta hay la posibilidad de bajar por unas escaleras excavadas en la piedra hasta la playa. Aquí nos encontramos el esqueleto desgastado por el oleaje de un barco, desconozco su historia pero su aparición en este lugar lo hace más desolado. Podría tratarse de un naufragio pero me temo que esta historia nunca la conoceré.

Estos grandes estaban, están y estarán durante muchos siglos custodiando la isla, ofreciendo altruistamente una frontera natural inmejorable, haciendo que valientes como Julio Cesar se sobrecojan ante ellos. El emperador romano escribió en sus “Comentarios” que aquella tierra parecía imposible para desembarcar aunque finalmente logró abrirse camino en ella. No hace falta acercarse mucho para poder ver esta impresionante barrera ya que en días claros es posible verla desde las costas francesas.

El paisaje que representan estos gigantes habla de un tiempo tan remoto que no podemos siquiera imaginarlo. Han presenciado un cambio total de escenario, han conocido seres de los que probablemente nosotros desconozcamos su existencia y han aguantado el envite incansable del mar. Testigos privilegiados de la longevidad de nuestro planeta. Colosos en pie que nos cuentan la grandeza de la naturaleza y el poder del tiempo.

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