Enrique MenesesEnrique Meneses era capaz de repasar la historia de la segunda mitad del siglo XX saltando de anécdota en anécdota, que en su vida eran algo así como las reglas que confirmaban la excepción de los momentos en los que se estaba quieto. Pero la suerte, que le había acompañado desde que tenía 17 años y cubrió su primera noticia, la muerte de Manolete, le abandonó al final de su vida y le encadenó a una bombona de oxígeno.

«Le visité en su casa hace dos semanas. Le abracé y le besé durante un largo minuto. Hablamos casi dos horas. De periodismo, de fotografía, de la vida», recordaba el fotoperiodista Gervasio Sánchez al día siguiente de su muerte. «Me sorprendió su entereza porque sabía que tenía los días contados. Me enseñó la maqueta de su gran libro fotográfico que no ha podido ver publicado».

El reportero, uno de los mejores que ha parido este país -coincidiendo con el crack del 29, para mayor gloria del destino-, fallecía en enero a los 83 años de edad. Tres semanas antes de aquel momento, el octogenario se dedicaba a escribir los pies de foto de muchas de las 176 fotografías, negativos y recortes de prensa que componen la antología ‘Enrique Meneses. La vida de un reportero’ (La Fábrica).

Un diario en imágenes que reúne sus mejores trabajos desde 1954, cuando salió de Madrid rumbo a África. Dos años después atravesaría el continente junto a un amigo buscando a una belleza africana retratada en una revista. Una historia fascinante, o la mejor excusa que se le ocurrió «a las 6 o 7 de la mañana» del 29 de junio de 1956, cuando partió desde El Cairo hacia El Cabo «con dos centenares de libras y la sensación de que el mundo nos pertenecía».

En 1957, después de cubrir el ascenso al poder de Nasser en Egipto y la primera guerra del Canal de Suez, regresó a Madrid. Combatió el tedio recorriendo Europa con su prima hermana Chinina, que escapaba de un matrimonio de conveniencia. Pero la policía dio con ella y su madre la embarcó rumbo a Costa Rica, donde su padre había sido nombrado embajador.

Meneses llegó a La Habana con la intención de saltar desde allí a Centroamérica para reencontrarse con ella, pero en el avión se enteró de que un grupo de «barbudos» peleaba en Sierra Maestra contra el gobierno de Batista. De pronto se le ‘olvidó’ lo que le había llevado hasta allí, pero a cambio logró colarse en la madriguera de Fidel y Raúl Castro, el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Vilma Espín, y realizar un impresionante reportaje fotográfico para la revista ‘Paris Match’. Nadie imaginaba entonces que la revolución duraría más que él.

En los 60 inmortalizó en Estados Unidos a los protagonistas de una Historia sin freno: los rostros de la guerra fría (Kennedy y Kruschev), de la lucha por los derechos civiles y la Marcha sobre Washington (Martin Luther King, Marlon Brando, Bob Dylan) y de la sociedad de la época (Paul Newman, Muhammad Ali, Hitchcock o Dalí). Con sus trabajos en Europa y Asia la lista tiende a infinito: los Reyes de España, el sha de Irán, Hussein de Jordania, Dominguín acariciando el perro de Picasso…

En los 70 estará ligado a numerosos proyectos periodísticos en España: grabará ‘A toda plana’, ‘Los reporteros’ y ‘Los Robinson en África’para TVE, dirigirá las revistas Lui, Cosmopolitan y Playboy y el programa ‘Los aventureros’ en Radio Nacional. En 1993, con 64 años, le dijo a su familia que se iba a Kenia y se plantó en Sarajevo para realizar su última gran cobertura internacional. Lejos quedaban sus reportajes para Time/Life, ABC, la CBS… y los lances que el reportero recogió en sus memorias, ‘Hasta aquí hemos llegado’ (Ediciones del viento, 2006).

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