MurosdeLuzEntre las estupendas exposiciones fotográficas que vecinos y visitantes aún podrán ver en Madrid durante el próximo puente de mayo (1), quería recomendarles hoy la del artista Aitor Ortiz (Bilbao, 1971) y, al repasarla, me he encontrado también con la figura de su comisarioDavid Barro (Ferrol, 1974)

Simples aficionados como yo, seguramente se han preguntado alguna vez por la figura del comisario. Hay ocasiones, como la reciente exposición de Manuel Álvarez Bravo, que aún se puede ver en la sala Azca de laFundación Mapfre, en la que el trabajo de los comisarios salta a la vista y, como ya hemos comentado en estas mismas páginas, nos permite ver otra dimensión del artista, reflexionar sobre aspectos de su obra que no conocíamos. Hay otras ocasiones, como la que nos ocupa, en la que ese trabajo se nos escapa; quizá por eso haya que buscarlo en otro lugar, menos evidente.

Pero, vayamos por partes. Primero, el fotógrafo y la exposición.

Aitor Ortiz pasa por ser uno de nuestros fotógrafos relativamente jóvenes con mayor proyección internacional, aunque tengo la sensación de que su obra es aún desconocida para muchos, al menos en Madrid. En el País Vasco ha contado en los últimos años con exposiciones individuales en centros importantes de las tres capitales vascas (Rekalde, Artium, Koldo Mitxelena y el Guggenheim), mientras que en el caso de Madrid la oportunidad de contemplar su obra, al menos de forma individual, se ha limitado a la actividad desarrollada por su galería, Max Estrella, con exposiciones programadas aproximadamente cada tres años. Bienvenida, pues, esta exposición organizada por la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid, con motivo del pasado Arco, en la sala del Canal de Isabel II de la calle Santa Engracia. La obra espectacular de Ortiz encaja de forma extraordinaria en ese espacio, en una de esas  ocasiones en que el continente no anula sino que potencia el contenido.

Medio centenar de obras, en su mayoría fotografías, que incluyen también lo que algunos han dado en llamar esculturas y una instalación sonora en la cuba superior, que nos permiten acercarnos a algunos ejemplos de todas las series realizadas hasta la fecha, incluyendo Net, la más reciente, que se exhibe aquí por primera vez.

Confieso que no me gustan las esculturas, a excepción de la que nos recibe en la entrada -Instalación Amorfosis 001, 2009-, y que hago verdaderos esfuerzos por obviar el metacrilato que utiliza en algunas de sus obras y de cuyos efectos sobre la permanencia de la imagen alguien debería hablar algún día. Pero, podría pasarme horas delante de sus Muros de luz o sus Destructuras. Lo que me lleva al título de la exposición Verweilen, permanecer, detenerse, dice mi pequeño diccionario de alemán, aquí término acuñado por el filósofo alemán Gadamer (Marburgo, 1900 – Heidelberg, 2002), una espera sin prisa que revelará las interioridades de la obra.

De profesión, fotógrafo de arquitectura, Ortiz se ha curtido, como tantos otros, en la observación del paisaje industrial de su ciudad natal. Allí tuvo ocasión de fotografiar, entre otros, todo el proceso de la construcción del Museo Guggenheim, que se inauguró en 1997. Su creación artística, sin embargo, se centra en arquitecturas imaginadas, que parten de edificios y estructuras reales, a las que despoja de todo referente, de toda función, para seguir indagando en el equívoco entre realidad y representación. Con la luz como protagonista.

Blanco y negro y gran formato, extraordinaria calidad técnica y aparente frialdad. Llama la atención el listado de galerías e instituciones que han cedido obra para esta exposición.

Y ¿qué hay del comisario?

Como decía y puesto que el trabajo del comisario no me pareció gran cosa, dado mi interés en el fotógrafo, tras una breve ojeada in situ, me compré el catálogo (35 €). El catálogo, ah, el catálogo. La mayoría de los catálogos recogen la obra completa expuesta y están acompañados de una serie de textos de especialistas en la materia. Ultimamente, puesto que en este país editamos tan poco ensayo fotográfico -volveremos sobre el tema algún día-, los catálogos pueden y deben ser también disculpa para interesantes y sesudos artículos. El caso que nos ocupa, bien editado por la Comunidad de Madrid, incluye, tras el preceptivo saluda de la consejera de turno, un texto del comisario David Barro.

Veintiséis páginas de tamaño no estándar (23×29 cm) a tres columnas, que, quitando la de las imágenes y la de la traducción al inglés, así como los generosos márgenes, se quedan reducidas a menos de una tercera parte, o sea, 8 folios más o menos, de un cuerpo 7 aproximadamente. Tampoco es tanto.

Pues, llevo media docena de intentos y no he podido pasar de la mitad. Lo intento de nuevo, desde el principio, tiene que ser desde el principio porque, en caso contrario, no puedo coger el hilo, que les aviso que no es tarea fácil. Así que, mientras tanto, he optado por ofrecerles solo un listado de las referencias que incluye. ¿Cuantas dirían que caben?

Por orden de aparición. Y a lo mejor me he dejado alguna.
Tarkovski (no en vano el texto se titula Historias de un stalker en un laberinto sin paredes), Didi-Huberman, Fontcuberta, Gordon Matta-Clark, Edmund Burke, Sugimoto, José Angel Valente, Andreas Gursky, Edgar Allan Poe, Deleuze, Jacques Derrida, Gadamer, Bergson, Clifford Stilll, Barnett Newman, Bernd & Hilla Becher, Herbert Brandl, Robert Walser, Sam Samore, Antonioni, Giuseppe Penone, Caspar David Friedrich, Gerhard Richter, Luc Tuymans, María Zambrano, Olafur Eliasson, Francis Bacon, Bridget Riley, Liz Deschenes, Michelangelo Pistoletto, Moholy-Nagy, Francis Bruguière, Peter Keetman, Heinrich Heidersberger, Killian Breier, Gottifried (sic) Jäger, Harry Callahan, John Berger, Piranesi, Aldous Huxley, Alain Paiement, Edward Weston, Leopardi, Webern, Velázquez, Francisco Javier San Martín, Robert Musil, Thomas Demand, James Casebere, Teresa Hubbard y Alexander Brichler y Maurice Blanchot… Hasta cincuenta y dos, creo. A seis por folio.

El contener demasiada información es sinónimo de vacío, dice el propio autor en la página 12, no recuerdo a cuenta de qué.  La incontinencia es un trastorno propio de la edad madura que, afortunadamente, tiene cura, añado yo. Comprenderán que, en momentos así, eche de menos a ensayistas y críticos norteamericanos, tan sencillos, tan concisos, tan concretos. Y también que me pregunte ¿dónde y cómo habrán coincidido estos dos hombres aparentemente tan dispares?

Si disponen de tiempo, quédense a ver el vídeo que se proyecta en la sala y, si quieren saber más, consulten gratis la página web de Aitor Ortiz, donde encontrarán inteligibles textos muy interesantes de, entre otros, Francisco San Martín, Rosa Olivares, Marta Gili y Norman Foster. Y no dejen que nada ni nadie les impida disfrutar de las extraordinarias imágenes de Aitor Ortiz o de la no menos extraordinaria Stalker de Andrei Tarkovski.

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