Alejandro-del-EstalDiario de León / El leonés Alejandro del Estal desarrolla el proyecto Malasaña Pivot y prepara una nueva exposición de su completísima colección de retratos de grupos musicales.

El disparo de Alejandro del Estal va cargado de amabilidad. Y de los que suele ser reclamado una vez conocida su obra. Así ha ocurrido con músicos como Xoel López o El Columpio Asesino, y casi toda la parroquia indie. Pero su fotografía es principalmente una total reivindicación de la gente. Tal vez sea por su condición de sociólogo o, simplemente, que por las calles y bares de Madrid encuentra la vida que se cuenta en forma de encuentro y tertulia, otra de sus pasiones. Del Estal, que tiene dos hijos y un incansable espíritu viajero, de repente decidió un día poner un punto fijo a su inquietud. Se trataba, como hizo esta semana, de su proyecto Malasaña Pivot, que consiste en hacer fotografías durante toda una jornada a la gente que pasa por la esquina Corredera Alta de San Pedro con la calle Don Felipe. Con esta acción, el berciano descubre gente y encuentra una inusual aceptación por los muchos que quieren ser retratados y pasar a ese álbum urbano que algún día ordenará.

—Aunque sea metafóricamente, ¿cuál cree que es el retrato general que le sale?

—Malasaña pivot es como todo en la vida, una casualidad que ocurre porque, sin darte cuenta, llevas tiempo haciendo tus fotos en una misma dirección y si eres coherente aunque sea en tu subconsciente, las cosas ocurren y toman forma. Las personas necesitan un apoyo y libertad, el apoyo es el pivote, la libertad se la doy diciendo que es libre para representar o hacer lo que quieran. No sabes cómo crecen muchas personas con estos dos pequeños ingredientes…

—Muchas de sus fotos a gente en la calle parecen querer decir que la gente merece la pena. Sin pasarse de buenismo, ¿es una de sus filosofías tanto de la vida como del arte?

—Por supuesto, sí. En la calle y en los bares es donde ocurren muchas cosas y buenas. Las personas se sienten más libres y todo el mundo puede aportar cosas. No me gustan los «bodegones» de objetos, fotografío personas en 99 de 100 fotografías desde hace varios años. En esta serie, casi siempre, hasta ahora, han sido desconocidas. Muchos amigos y conocidos me decían ¿por qué no fijas un día que podamos ir? Después de dos años, he pensado que este era un buen momento. No sé qué pasará. Eso es lo bueno, la incertidumbre y la improvisación. El único hilo conductor es el pivote. No hay nada establecido ni prefijado, al final se nota en las fotos, suelen ser muy reales y naturales.

—¿Cómo define el hecho creativo de hacer fotografías?

—A mí me pasa que lo que hago pienso que es muy fácil. Y que todo el mundo lo puede hacer. Un poco de técnica, un poco de experiencia, una cámara y hablar con las personas de manera sencilla. Lo realmente difícil es, por ejemplo, tocar bien un instrumento musical, ser un deportista de elite… Hay muchas cosas que requieren mucho esfuerzo y preparación. Creo que en el mundo del arte hay mucha impostura.

—¿Recuerdas cómo eran sus primeras fotografías por el Bierzo y qué sentimientos le producían?

—Pues mis primeras fotografías fueron en Carucedo con una cámara Zenit de carrete. Recuerdo que tenía una hoja en la que apuntaba el número de la foto, el diafragma y la velocidad de obturación para después, con las fotos reveladas, ver dónde había fallado o dónde radicaba el éxito de alguna fotografía. Eran fotos en blanco y negro con iso 400 u 800 del mundo rural. En esas fotos apenas había personas, es curioso.

—¿Cómo retroalimenta su carácter de tipo observador, capaz de extraer lo positivo de la vida, generar amistades, descubrir hechos culturales importantes?

—Pues de manera muy sencilla. No hago nada especial. Intento ir a algunos conciertos, a bares que es donde realmente se produce la interacción humana. Estoy con mi cámara y las personas que me conocen ya me relacionan con ella. Las personas desconocidas les hablo de forma natural, sencilla, con respeto, les cuento las cosas con seguridad y sin ir de estrella, eso funciona.

—Otra faceta importante suya es su colección de fotos de grupos, fotografías de gran calidad y que muchas veces tienen como mérito su acertada mirada. ¿qué le reporta la escena musical independiente?

—Pues realmente mucho. En el 2007 decidí juntar mis dos grandes aficiones: la música y la fotografía. Pensé: si disfruto mucho en un concierto y mucho con la fotografía y los junto debe ser la caña… Es hacer dos cosas que me encantan a la vez, es genial. Empecé desde abajo, paso a paso, sin hacer ruido. Muy contento con la decisión. Ahora estoy más en otras cosas pero la música es una constante y hacer un concierto o dos al mes realmente me carga las pilas muchísimo. También un festival, pero no solo los grupos, las personas que están disfrutando en ese festival tienen mucho que mostrar.

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