Pierre GonnordAún queda tiempo para visitar la exposición Coal del francés Pierre Gonnord, que fue inaugurada el pasado 8 de julio en el Museo de la siderurgia de la minería de Castilla y León situado en Sabero y que permanecerá hastá el mes de octubre.
Horario:
De martes a sábado de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 h
Domingos y festivos de 10:00 a 14:00 y de 16:30 a 19:30 h
Entrada gratuita.
Cristina Fanjul / Imagínense que cada uno de nosotros fuera otro y no un otro cualquiera. Imaginen que todo aquello que conocieron, que todo lo que aprendieron de sus padres, de sus abuelos, que los paisajes que grabaron en sus recuerdos, que la memoria heredada para los hijos, que su paso por este mundo, que su mundo estuviera condenado a morir… desde hace más de dos siglos.

Esta exposición —que permanecerá hasta el 1 de octubre— es la imagen de un tiempo que no se acaba nunca, de un tiempo que sigue muriendo sin que nadie sea capaz de detenerlo. Como en el poema de César Vallejo, el mundo de la mina necesita de un milagro para regresar a este otro lado. Pierre Gonnord es ese primer hombre, ese hombre que, en medio de la batalla, se atreve a acercarse al moribundo para pedirle que regrese y cuente su historia.

En Coal, la muestra que ayer inauguró José Ramón Alonso (director de Políticas Culturales de la Junta) en el Museo de la Siderurgia y la Minería de Sabero, Pierre Gonnord explora los mapas de otros para mostrarnos el camino de vuelta hacia nosotros mismos. El artista obliga al espectador a escuchar las voces de los que nunca vemos, las voces de los vencidos por la fuerza de las cosas, las voces de los que llevan años luchando para que la derrota siga aplazándose, otra vez… Javier, Wojciek, Segundino, Theo, Miroslaw, Luis, Armando, Glushenko… Pierre Gonnord sabía que tenía que bajar a la mina para entrar en sus casas, así que seis años después ha regresado al tajo para comulgar, para padecer con ellos el largo trecho hacia la oscuridad y compartirlo con nosotros: «Mis hermanos tienen la espalda rota»… «Asimilas la muerte desde el principio; un día ves un chico muerto y piensas que… pero aquí no puedes escoger»… «Entré en la mina con once años. Era tan joven que tuvieron que adelantarme la edad para asegurarme… Iba a la escuela de noche porque trabajaba diez horas todos los días de la semana y cobraba 700 pesetas… Aquellos tiempos, que no vuelvan»…

La sala de temporales del museo se funde en la oscuridad para proyectar, sobre tres montañas de carbón, el texto de Emile Zola. Los personajes de Germinal van amaneciendo sobre el cielo negro mientras enfrente se emiten los rostros silentes de 120 mineros que emergen a la luz. «Les dije: tenéis la palabra, pero muda», explica Gonnord, que ha realizado un video conmovedor en el que muestra el semblante de la fuerza humana, pero también del desamparo, del miedo, de la ausencia de certezas, de la dignidad, de la tristeza, de la derrota y el respeto. La música del compositor Arvo Pärt, su ritmo tintineante y repetitivo, logra que el espectador no sea capaz de retirar la mirada, de apartar los ojos de esos otros nosotros. Las notas doblan como las campanas en las iglesias, con un sonido aparentemente simple que semeja un canto espiritual. El artista ha conseguido dotar la película de un matiz libre de cualquier pátina, de todo barniz, haciéndonos creer que no hay mediación, que realmente ocurre como lo vemos y no hay nada entre ambos lados de la pantalla.

En el piso superior se han dispuesto las imágenes de Tierra de Nadie, el proyecto con el que comenzó esta exposición, las instantáneas de los diez mineros que hablan de la fuerza, la dureza y la dignidad de la mina. Fue hace seis años cuando Pierre Gonnord descendió al tajo de Villablino y Ponferrada para contar la historia de los que no la tienen, el rastro de unas vidas que se acaban, de un paisaje que la ruina sigue comiéndose, de un lugar que lleva años madrugando con la esperanza de que hará menos frío cuando amanezca. ¡Siempre mañana y nunca mañanamos! Algunas de las historias que conoció están en esta muestra, «miembros de largas sagas obreras desde hace generaciones, gente luchadora y orgullosa de lo que son y han sido, preocupados por su porvenir».

«Me interesa la comunidad minera del norte de España porque sus rostros brillan con una luz distinta y explorar esos márgenes es mi manera de reconocer la importancia del silencio construido socialmente, del riesgo de colapso, de desaparición pero sobre todo de rendir homenaje a esos ‘otros nosotros’, personas habitadas por una extraordinaria fuerza vital», destaca. Y es que el viaje creativo de Pierre Gonnord se aventura a través de grupos humanos con fuerte identidad cultural y en peligro de extinción, individuos pertenecientes a un grupo con raíces bien arraigadas en una historia ancestral, seguro de su identidad «mientras la nuestra se vuelve borrosa».

Hace ocho meses le pregunté de qué manera regresaría a la mina. «Me acercaría a retratar a sus compañeros y amigos, el paisaje que acoge las vidas de todos y que les ha visto nacer. Para ver y recordar, para luchar y jamás olvidar…» Promete que seguirá en el tajo, para que olvidar no resulte tan sencillo. «La vida es mucho más que pasear los domingos para ver escaparates», aunque resulte más fácil vivir con los ojos cerrados. Esa es la tarea del artista o, al menos, una de ellas, tratar de abrirnos los ojos al mundo. Y ahora el mundo está en Sabero.

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